Consiste en aunar varias disciplinas e intereses en un proyecto, dotándolo de diversidad y sorteando una rutina angustiosa. Por ejemplo, la jefatura de una empresa con departamentos y fines variados o asistir a clases muy diferentes dentro de un curso.
En este caso, los intereses pueden dividirse por áreas más específicas, a fin de crear un mosaico en su conjunto. Por ejemplo, trabajar en distintos ámbitos laborales a lo largo de la semana o combinar actividades múltiples en la misma.
A diferencia de los anteriores, este modelo se caracteriza por un interés principal, que se relacionaría con la estabilidad, junto con otros intereses que complementarían “el alma”.
Las personas pertenecientes a este modelo mantienen una mayor atención monotemática. No obstante, acabarán perdiéndola, al igual que en el resto de casos. Es lo que se denomina “fin de la línea personal”. Sus características son el aburrimiento en el tema actual, la procrastinación consecuente y la ansiedad acontecida por la presión externa.
Si ya de por sí las personas multipotenciales acostumbran a tener “el síndrome del impostor”, sentirse intrusos en un trabajo por ser aprendices eternos, a ello se suma el autosabotaje. Aunque realmente no aprendan desde cero, pues los conocimientos transversales crean una base común cada vez mayor, la falta de comprensión es muy fuerte.
Una rutina necesaria y unas claras prioridades facilitarán el camino. Tales como el dinero, para vivir y aprender; la variedad, para no desesperar; y el propósito, para sentir el avance.